La pandemia pasará, pero la crisis que vive la educación marcará a los niños para el resto de sus vidas. Las escuelas en el país han estado cerradas por la contingencia sanitaria desde hace 13 meses, lo que ha provocado que al menos 5,2 millones de estudiantes abandonen sus estudios (INEGI). Se calcula que la cifra será mayor al terminar el presente ciclo escolar, ya que cada mes que pasa se profundiza más la crisis.
«Al terminar esta pandemia tendremos una generación con mayores desigualdades. Un pequeño grupo sigue con sus estudios y su preparación, pero la mayoría de la población no tendrá las competencias necesarias para enfrentar los retos económicos que se aproximan”, opina en conversación con DW Alicia G. Calderón, maestra en Dirección de Instituciones Educativas por la Universidad Panamericana.
Cuando ir a clases es un lujo
El cierre de las escuelas ha provocado conflictos internos en las familias, pues los padres no tienen tiempo para atender la educación de sus hijos durante el día, sobre todo cuando se encuentran en nivel preescolar y primaria. Las personas con más recursos económicos han optado por enviar a los niños a escuelas clandestinas, ubicadas en su mayoría en las zonas de descanso del país.
«Las escuelas de nicho cobraron relevancia para la gente más adinerada. Algunas siguen operando pues cuentan con certificados internacionales y no responden al sistema nacional; adaptaron sus espacios al aire libre y envían a los maestros a las casas particulares. Estas escuelas proveen una educación holística con perspectiva artística, ecológica o empresarial. Siguen una tendencia anglosajona y son muy interesantes. Desgraciadamente, esta no es la realidad de nuestro país. Solo un pequeñísimo grupo tiene acceso a esta educación de alta calidad. En estos momentos de la pandemia, la mayoría de los papás ya buscan escuelas buenas, bonitas y baratas”, agrega Alicia G. Calderón, directora de la plataforma educativa Alkanza.mx
Grupos burbuja: el eterno recreo
«Me quedé sin trabajo con la pandemia y las mamás del salón me contrataron. Al principio cuidaba a tres niños en un patio, nos conectábamos a internet y tomábamos sus clases juntos. Como son muy pequeños solo ponen atención 10 minutos, pero yo los motivaba. Después llegaron sus hermanos y ahora atiendo a 12 niños todos los días”, dice Ana Paola Díaz, maestra de inglés en educación primaria.
Ella, como muchos maestros, quedó desempleada y se incorporó a un grupo «burbuja”, llamados así debido a que se concebían como pequeños grupos de niños bajo la supervisión de un maestro.
Aunque comenzó siendo un lujo y los precios eran elevados, el desgaste de los estudiantes durante la pandemia ha llevado a los padres de familia a inclinarse por esta opción. El costo extra que significan ha hecho que los estudiantes abandonen las escuelas en favor de estos grupos, que en la actualidad responden más a un interés de convivencia y vigilancia de un adulto.
«Al ser tantos y de distintas edades, doy una clase de inglés general y otra de matemáticas. Me enfoco en que desarrollen competencias básicas. Los niños que siguen en la escuela hacen sus tareas por las tardes, a veces me piden ayuda. Los demás solo vienen para jugar y aprender lo que se pueda”, agrega Ana Paola Díaz.
¿Una generación perdida?
Más de 25 millones de estudiantes forman parte de la educación pública bajo el programa Aprende en Casa, el cual transmite las clases por televisión durante la pandemia. Si bien este se inició para atender la emergencia de manera inmediata, al poco tiempo pasó a ser inoperante y un fracaso para la educación.
La falta de televisores en las casas y la mala conexión a Internet en caso de ver las clases por el celular fueron algunos obstáculos, a los que se sumó la nula retroalimentación de los profesores y la dificultad de atender los horarios establecidos por el gobierno.
«Me traigo a mis hijos al puesto, aquí les enseño a cobrar y a recibir el cambio. En la casa no hacen nada, ven la tele un rato y empiezan a jugar. Cuando abran las escuelas veré si pueden volver”, dice Verónica de León, madre de dos hijos.
En México el único interés de un niño no es atender la escuela, también necesitan llevar dinero a casa. Por eso, algunos prevén que aumenten los modelos flexibles, que permitan a los estudiantes podrán ir a clases y salir a trabajar. «La pandemia no es el único problema, el sistema educativo que tenemos en el país está muy rezagado.
Teníamos una reforma educativa que se invalidó y hoy no tenemos una ruta clara. Siempre hemos estado por debajo de los estándares internacionales y en la siguiente evaluación nos irá peor”, agrega Alicia G. Calderón, y advierte que de no invertir de manera eficaz los recursos, toda una generación de niños crecerá con desigualdades más marcadas e imposibles de superar.
Fuente: DW
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